La gente está loca loca

El otro día viajaba cómodamente en mi subte querido. No en el más querido, porque estaba en el B y no en el D. Pero resulta que encontrábame yo dirigiéndo hacia mi establecimiento facultativo, cuando de pronto, las luces del subte se apagaron.
Todos los pasajeros nos miramos con cara de gato asustados, sin saber que hacer. El subte siguió su marcha de todas formas, pero como si estuviese flotando, en total silencio y casi oscuridad, ya que las luces de emergencia habían quedado prendidas.
Entonces empecé a pensar lo peor. Conductor está muerto o desmayado y el subte se maneja solo, ¡Y SIN FRENOS!
A eso escuchamos que se acercaba el subte por el carril contrario, y cuando pasó a toda velocidad por al lado, nuestro vagón empezó a agitarse y temblar con todas sus fuerzas para sus costados mientras las pocas luces de emergencia empezaron a intermitar dejando el vagón a oscuras cada tanto. Cuando el subte opuesto terminó de pasar, todo estaba desordenado, gente en el piso, bolsos tirados, algunas gallinas se habían escapado de sus jaulas y corrían por ahí, plumas por doquier.
Momentos después, las luces se vuelven a encender y se siente el motor arrancar de nuevo. Todo parecería volver a la normalidad y al minuto ya estamos entrando en la estación siguiente. Cuando el subte llega y abre sus puertas, totalmente emocionado, comienzo a aplaudir bien fuerte para festejar el hecho de estar vivos. Como cada vez que un avión aterriza y la gente aplaude. Creo que siempre que el subte llegue a su estación, habría que aplaudir.
Pero la gente, que está loca loca, no opina igual que yo y terminé siendo el único que aplaudió como un idiota. No se dan cuenta lo cerca que estuvieron de la muerte.