De infiltrated

Actualmente en el bar donde trabajo las visitas de la Municipalidad de la Ciudad son bastante frecuentes. Habilitación, matafuegos, libretas sanitarias, desinfección, agua caliente, etc. Son varias las cosas que vienen a chequear casi todas las semanas, como si de un día a otro fuésemos a esconder los matafuegos en el sótano porque desentonan con nuestra decoración (que de hecho no lo hacen, porque son rojos).

Están los inspectores que vienen de buena manera, a hacer su trabajo, ver que todo esté en regla y, desde ya, están los otros, los más garcas, que buscan hasta el más mínimo detalle a ver si te hacen una multa o simplemente te pueden romper un poco los huevos.

El miércoles vinieron de los primeros. Bastante simpáticos, pidieron los papeles, hablaron un rato con el director del proyecto, buena onda, tomaron un café y se fueron. Pero antes de que se vayan, Mariana, que estaba atrás de la barra me dice: “yo a ese lo conozco”, señalando a uno que estaba dando vueltas por ahí, no estaba junto a los demás.

Yo le comenté que lo había visto en la entrada sacandole una foto a la figura de Marley y que pensé que era un cliente. Ella me dijo que estaba con los inspectores, cosa que me pareció rara. Por qué que iba a hacer un inspector sacándole una foto al Marley. Ella me siguió diciendo que lo conocía y me pidió que lo llame.

Me dio un poco de vergüenza, pero le pedí a este inspector, que si era un inspector porque después se sentó con los otros dos (siempre vienen de a tres), que si podía acercarse a la barra. Mariana le dice que lo conocía de algún lado, y le preguntó si alguna vez fue a la Fiesta Jamming. Él admitió que sí, que fue varias veces y admitió reconocerla a ella, que suele estar siempre en la puerta. Tras unos saludos y tiradas de buenas ondas, volvió con los suyos y se fueron.

Al final, el enemigo puede estar en cualquier parte. Este pibe, que a simple vista parece un gordito simple fanático del reggae y de las fiestas, resultó ser alto careta que labura para la federal.

Al menos le sacamos la careta. La próxima vez que vaya a la fiesta lo vamos a enfocar con un reflector y le vamos a bajar los pantalones. Posiblemente luego lo envolvamos en una alfombra y lo tiremos por un barranco. ¡Muajajaja!