¿Quién se ha llevado mi queso?

Es que me pasó algo realmente extraño:



Estaba en la cocina una tarde comiendo unas galletitas con queso blanco, disfrutando de la vida y pensando en cosas importantes, como los mosquitos, las ideas que se me olvidan seguido y que cosas podría publicar en este blog.


Una vez terminada mi merienda, dispongo a guardar cada cosa en su lugar, y cuando termino, me pongo a pensar si guardé el queso o no. Miro arriba de la mesada y no lo veo, por lo que supongo que si lo hice, pero realmente no recordaba haberlo hecho. Abro la heladera y no lo encuentro. Miro nuevamente la mesa de la cocina y no está. Me acerco, reviso atrás de unas bolsas y nada, busco un poco más obtengo el mismo resultado. Abro la heladera nuevamente y reviso con mayor profundidad pero sin noticias positivos.
El queso sigue sin aparecer.
Luego me doy cuenta que minutos atrás tiré algo al tacho de basura mientras limpiaba mi merienda y supuse que era posible que haya hecho eso. Así que me acerqué y abrí el tacho. Miré y no había nada parecido a un queso. Miré una vez más la mesa de la cocina y no estaba. Me acerqué y volví a revisar. Nada. Volví a la heladera y no lo encontré. Revisé detrás de unas botellas, en los cajones de la verdura, donde están los huevos. Nada. El tacho, me dije por segunda vez. Lo abro y no está. Revuelvo un poco, pero no, no está. ¿Qué pasó con mi queso? Sin dudas no lo terminé, había mucho. Ahí me di cuenta de donde debía estar: arriba de la mesa, pero al volver a mirar y revisar, el queso seguía sin estar ahí. Hasta que me doy cuenta y, claro, si seré medio despistado yo. Abro el freezer y qué encuentro allí... nada fuera de lo común. Comida congelada, hielo, patis, pero ninguna señal del queso. Hasta que me digo, "Solo queda un lugar donde podría haber guardado mi queso". Así que hacía allí me dirijo: la heladera. Pero aunque ustedes no lo crean (al igual que yo), mi queso no se encontraba en ese lugar. La frustración y la desesperación estaba golpeando a las puertas de mis venas. Ya no podría pasar mucho tiempo más vivo si no encontraba ese queso. Esa obsesión me estaba matando. Me dije que quedaba una única opción que todavía no había revisado: mis manos.
Vieron que a veces pasa que uno está buscando algo, ejemplo una birome o los anteojos, y al final lo tenía en la mano o en la cabeza, respectivamente.
Bueno, este no fue el caso. El queso no estaba en ninguna de mis dos bellas manos. Que por cierto muy bellas son.















Y nada, al final lo había guardado en la alacena de arriba. No se, soy medio boludo y limé cualquiera. Ni me acordaba haberlo puesto ahí. ¿Quién lo hubiese creído? Je... yo no por lo menos. ¡Que susto!