Hay reglas

No se que pasa con este invierno, pero los mosquitos la están bardeándo mal.
Hace poco tomé la resolución de que me esforzaría en eliminar a cuanto bichito insoportable y volador esté a mi alcance. Son demasiado odiosos.
Alguien me dijo una vez que esa es su forma de vida. Existen y subsisten de picarnos a nosotros. De nuestra sangre. Bueno, ok, eso lo acepto.
Pero mismo como en la villa, en la cárcel o en Las Cuartetas, acá hay códigos que no se pueden romper.
Eso de pasarte por el oído mientras te estás quedando dormido no va más. Me perturba demasiado y me levanto agitando la mano creyendo que tengo alguna posibilidad de agarrarlo y aplastarlo hasta que deje de respirar, si es que esos seres engendrados por el mismísimo lucifer respiran.
Y esto funciona así aunque sepa claramente que no tengo ninguna chance de agarrar uno estando dormido y con la luz apagada. Tampoco las tengo estando despierto y con la luz prendida, pero aún así.

Se acabó la tregua.
Nada de convivir en paz.
Los mosquitos a mi alcance, sufrirán la presión de mis palmas. Lastima que también sufra mi orgullo cuando de 30 aplausos no alcancé a ninguno.
Y por último sufren mis manos. Pero antes el orgullo. Ya van a ver.
Engendros del demonio.